El libro parecía inocente, hasta un poco aburrido.
Leyó por encima la contraportada y pensó que sólo podía haber sido escrita por
un loco conocedor de la particular psicología del marketing y de la natural
rebeldía de los humanos frente a cualquier consejo; en otras palabras, era un
texto lleno de advertencias, de avisos, de llamadas al pánico y, tras su
lectura, nadie podía evitar la irresistible tentación de comprarlo.
Días después, iniciada ya su lectura, le era imposible
separar los ojos de aquellas páginas. Dejó de afeitarse, llamó al trabajo
alegando una gripe, se olvidó de comer y de ducharse porque… sólo quería leer y
leer, sin parar, hasta el final, para justo después empezar a lamentar que se hubiese
acabado.
Cuando los vecinos dieron la voz de alarma por el mal
olor que salía del segundo, los bomberos tiraron la puerta y la policía
encontró el cuerpo inerte de un hombre con la cabeza atrapada por las tapas del
ejemplar que estaban buscando, un asesino en serie que una editorial
independiente sin escrúpulos había clonado en una elevada tirada.
Luisa, libros como estos, a pesar de todo, son los necesarios para enganchar a los lectores y no dejar que se escapen.
ResponderEliminarBuen desarrollo y ejecución del micro.
Abrazos.
Me gustó. Bien hilado.
ResponderEliminarUn buen micro.
ResponderEliminarVaya final tan inesperado Luísa. Me ha llevado al final, como a tu prota, sólo que yo he terminado disfrutando.
ResponderEliminarBesicos muchos.
Para mí que nos narras una cosa que es verdad, tampoco se puede estar uno todo el tiempo leyendo, aislándose del mundo, viviendo una vida paralela. El final no esperado, ese asesino en serie de lectores. En fin, el que lee se embrutece, dicen.
ResponderEliminarQué bueno! parece el principio de una novela negra.
ResponderEliminarBesos, Luisa.
Quién se puede resistir a quedar atrapado por un buen libro...
ResponderEliminarBesos desde el aire