La
pesadilla era recurrente. Varias veces al día se veía enfrentada a la misma
persona, una señora de mediana edad, cuyo aspecto general parecía cambiar de
una forma incomprensible dependiendo de la hora; una mujer que,
independientemente de lo que viese, muy pocas veces, la miraba y la sonreía;
que más bien al contrario, tenía como costumbre acercarse, escudriñarla,
fruncir el ceño y suspenderla.
Al
final, siguiendo el consejo de sus amigos, había ido al médico. Para su
sorpresa, éste le había enviado al psicólogo y ahora el especialista le estaba
diciendo: “no se preocupe, pronto aceptará que es un reflejo, no hay ningún
problema”.
Hay reflejos que no reconocemos, o no queremos reconocer.
ResponderEliminarBuen micro.
Abrazos variados.
Luisa, como cuando nos miramos al espejo y creemos ver a otra persona. eres icreíblemente buena, qué bien explicas las situaciones, precioso!!
ResponderEliminarBesicos muchos.