Nada más ponerse el abrigo descubrió
que tenía un agujero en el bolsillo derecho. Tanteó con las puntas de los dedos
y éstos palparon con la torpeza de un ciego novato los bordes del desastre.
Era grande, oscuro, poderoso; sus
bordes deshilachados parecían mandíbulas y, lo que era más extraño, en sus uñas
podía sentir un especie de cosquilleo que le atraía. Lo supo entonces, no tuvo
ninguna duda, por aquel lugar tenían que haberse ido, no sabía exactamente cuando:
sus ganas de vivir, su dinero y su querida esposa.
Lo de su esposa era algo que merecía
una explicación extra. No es que viviese solo, no, con él vivía una desconocida
que no tenía ningún reparo en llamarse esposa, pero esa persona que no paraba
de hablar en un tono demasiado alto no era, no podía ser, la mujer con la que
me había casado, con la que un día quiso compartir su vida.
Volviendo al agujero, abrió el
bolsillo derecho del abrigo y miró con aprensión. ¿Tendría hambre el agujero,
cuántas cosas más podrían desaparecer dentro de él? Quizás él mismo, se dijo,
mientras su cuerpo temblaba recorrido por el temor.
Colgó el abrigo de la percha, lo
metió de nuevo en el armario del pasillo y salió a la calle a cuerpo, aterido
de frío, encogido, con las manos metidas en los bolsillos de la chaqueta. La
mujer que decía que era su esposa empezó a gritar a sus espaldas, preguntando
sin esperar respuesta que quién tendría que ocuparse de él si caía enfermo, que
si sabía cómo venía la gripe este año, que si la gente estaba cayendo como
moscas, que si las urgencias estaban colapsadas, que… y sólo dejó de oírla
cuando acabó dando un portazo con la puerta.
Al volver del trabajo ya sabía que haría con el
agujero: dejaría que la que decía que era su mujer lo cosiese, que el agujero
acabase con ella, y después, con calma, con mucha calma, colgaría el arma
homicida de una percha, hasta la próxima.
(microrrelato
finalista en el concurso “Cada loco con su tema” convocado por el Grupo
Editorial Benma)
Que miedo me da este agujero :S. La verdad es que muchas veces esos agujeros se tragan más que cosas.
ResponderEliminarEnhorabuena por el relato finalista!!.
Besos
Enhorabuena!
ResponderEliminarInquietante, imaginativo. A partir de hoy me voy a mirar las chaquetas...
Un beso, Luisa
Tened cuidado con esos agujeros, tocad con cuidado. Son glotones, como agujeros negros de andar por casa; y, bien usados, con utilidad.
ResponderEliminarGracias por la visiteja
Es que muy bien puede haber un agujero negro en el bolsillo de un abrigo, y de esos peligrosos, que pueden engullir al universo entero.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
HD