La comidilla del barrio

El día que empezamos a verla rebuscar en los contenedores o charlar con los mendigos, nos preocupamos. Los últimos años había estado volcada en la enfermedad de su marido y ahora, sola y sin hijos, la casa en la que vivía parecía demasiado fría y grande. No podíamos decir que hubiera cambiado, que el dolor o la soledad hubiesen modificado el modo educado en que nos trataba; pero sus nuevas amistades y costumbres nos inquietaron.

Más tarde, descubrimos que recibía visitas de jóvenes que durante horas permanecían en la casa. Veíamos las luces desde la calle; en ocasiones, nos llegaba un velado sonido de risas y charlas.

Hace unos días la actividad dentro de la casa creció hasta crisparnos los nervios, ajenos aún a lo que nos esperaba.

Hoy todo el barrio mira hacia su jardín, hacia esa fiesta a la que nos ha invitado. Tengo un papel en la mano y leo: banco del tiempo, trueque de objetos, comedor social, libros libres, ¿qué necesitas?, ¿en qué puedes ayudarnos? En un mundo en que la palabra vecino casi no quiere decir nada, el hombre que me ha entregado el folleto publicitario, me sonríe, me mira a los ojos y me dice: “Le esperamos, le necesitamos, no nos falte”.

(microrrelato escrito para el I Premio Ex­-présate y seleccionado para el libro “¡Libérate hasta de ti!” de la Editorial Hipálage)