Entró
en la habitación, repitiendo sin cesar: “Me refanfinfla
lo que pase, me refanfinfla lo que vea, me… ”.
La niña era, como le habían comentado, perfectamente
asquerosa: le escullaban
las narices, arregomitaba
sin cesar, y amenazaba con escupir a todo aquel que se le acercase.
Él se mostró impasible, frío como un chupitel.
-¡Hazme
el rendibú!
–gritó la pequeña con voz de machote-. No te hagas el valiente, todos sabemos
que eres
un moñas.
-No
vas a conseguir nada embriscándome
–contestó-, que lo sepas. No te servirá de nada que te emperejiles
en ello, que continúes descuajeringándolo
todo o que montes un pifostio
por lo que sea.
Y a
continuación, como por arte de birlibirloque,
se retrepó
en una silla y se aceporró
en ella.
El
Diablo no había visto nunca nada igual, nunca se había sentido tan poca
cosa.
Veinticuatro
horas después la niña dormía como una bendita y el Maligno había huido con el
rabo entre las piernas.
Luisa, pasar por tu espacio es aprender sin parar. Hoy he tenido que detenerme en la mayoría de esas palabras tan bonitas y tan poco usadas. Muchas gracias por dar este pedado de aprendizaje hilado y bien cosido.
ResponderEliminarBesicos muchos.
Algunas de esas palabras ya las conocía, pero siempre me sorprende la cantidad de ellas que utilizas y nos ayudan a ampliar nuestro vocabulario
ResponderEliminarUn abrazo Luisa.