El mismo día que el padre de él decidió que ya era un hombre como para ayudar en las labores del campo, ese día, ella le esperaba en una curva del camino para ver juntos caer la tarde.
Durante meses mezclaron el atardecer con el olor del sudor y del pan recién hecho, fueron felices y colorín colorado.
Su historia podía terminar aquí, los cuentos lo hacen con frecuencia; pero la vida sigue, cabezonamente continúa.
Tiempo después compraron una bonita casa en la ciudad, dejando fuera de aquellas cuatro paredes: sudor, pan y atardeceres. ¿Los ves? Apenas son reconocibles detrás de sus tristes y pálidos rostros, detrás de sus gafas de cerca.
Si los cuentos continuaran no podrían decir "Y comieron perdices"...Casi nunca.
ResponderEliminarBesos desde el aire
Nunca tendrían que haber dejado atrás el sudor, el pan y los atardeceres. Es difícil retener la felicidad. Un beso de domingo.
ResponderEliminarEse es el problema querer ver más allá del final del cuento, porque el cuento nunca acaba y detrás de la felicidad siempre llega alguna tempestad, después vuelve la calma y con los años... A veces demasiada calma. Qué pena dejar de hacer las cosas que nos hicieron felices de verdad.
ResponderEliminarUn cuento muy real, saludos desde mi mar,
También podría haber sido, y hay casos, en los que fue de otro modo. Yo sigo empeñado en ver el lado bueno.
ResponderEliminarHoy me has hecho pensar en cómo elegimos transitar por la vida, Luisa.
ResponderEliminarEs cierto que -las más de las veces- nos dejamos llevar y vamos firmando actas de rendición como si firmáramos autógrafos sin valor.
Un abrazo,
Los cuentos se diferencian de la vida real, en que casi todos terminan en "se casaron, fueron felices y comieron perdices" y en la vida real el verdadero cuento comienza entonces...
ResponderEliminarEl tiempo y la monotonía requieren a veces, gafas de sol. Diría yo.
ResponderEliminarMuy bueno amiga
Besicos
Sí, es cierto la vida es cabezona y no termina después del comieron perdices, no.
ResponderEliminarBesitos
También me hizo recordar a los finales de esas películas en las que los protagonistas sellan con un beso un futuro prometedor...
ResponderEliminarLas frías estadísticas dirán que el mayor porcentaje cae en la rutina que contás, Luisa. Pero qué lindo es ver a veces parejas de ancianos que rompen los moldes :)
Gran micro. ¡Saludos!