El sueño había sido reparador, como hacía mucho tiempo que no era; por eso, quiso mantener un tiempo más los ojos cerrados y despertarse poco a poco. Oyó entonces un extraño murmullo, como si alguien rezase, y sobre él, un roce de ropas y algunas palabras.
Abrió los ojos y pudo comprobar con estupor que estaba tumbado en un cómodo ataúd, rodeado de velas, asistiendo a lo que parecía su propio entierro.
Se asustó pero, precisamente por no asustar a nadie, permaneció callado esperando un momento más apropiado.
Volvió a dormirse, acunado por los susurros, agotado en su larga lucha contra el cáncer y, cuando volvió a despertarse, ya era demasiado tarde.
(microrrelato presentado sin éxito al Concurso de Microrrelatos 5 Minutos)
Aterrador, Luisa, por lo bien contado que está.
ResponderEliminarAbrazos vivitos y coleando.
Me sobra el nombre de la enfermedad. Y no me preguntes por qué, porque no lo sé.
ResponderEliminarHace unas fechas hice un intento parecido sobre el tema, pero me gusta más tu micro.
Saludos.
Hala Luisa, y yo perdiéndome tu blog hasta ahora!! Un micro estupendo, y un placer haberte conocido. Besos ;-)
ResponderEliminarHola a todos pero..........un poquito más especial para Rocío.
ResponderEliminarY gracias.