“Desde entonces escribo”, dijo con humildad el galardonado, el cual fue inmediatamente acallado por una cerrada ovación.
El público se puso en pie, se empezaron a oír algunos vítores y sólo cuando vio que, a pesar de su extrema timidez, aquel hombre pequeño no dejaba el púlpito, la gente volvió a sentarse en sus butacas acomodando a un tiempo curiosidad y posaderas.
“Nunca he dejado de escribir como bien saben, hasta hoy, que es mi último día”.
Un murmullo creciente recorrió a la audiencia.
Todos los allí presentes sabían de la ley que imponía límites a la duración de la vida con el objeto de luchar contra la superpoblación, pero todos ellos también habían visto como no pocas personas habían logrado esquivarla alegando ser seres imprescindibles para elevar la calidad de la vida en el planeta; e incluso, no pocos de entre los presentes, con o sin méritos, esperaban poder escapar a dicha obligación que marcaba a fuego a sus congéneres.
“Hoy, cuando salga de aquí, iré por mi propio pie al crematorio, tranquilo y feliz por haber llenado mis días de palabras y de historias, feliz por haber llenado sus vidas”, dueño también del silencio y sin aparente malicia.
(microrrelato presentado sin éxito al Concurso ImaginArte Minificciones en Cadena)
Otro micro con fuerza, aunque el final dulcifica un poco el tema.
ResponderEliminarBesos.
Qué fuerte! menuda manera de controlar el exceso demográfico, bufff. Impresiona.
ResponderEliminarDuro, durísimo!!!
ResponderEliminar¿Por qué será que este es el tipo de micros que no se olvidan?
Besos, Luisa
No des ideas, Luisa, que al final, menos los políticos, todos al crematorio..
ResponderEliminarMe gusta la ciencia ficción y éste es un tema recurrente en ella: limitar la edad de las personas para resolver problemas.
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