Acababa de leer el cuento que todas las noches leo a
mi hijo, cuando dijo:
-Tú no eres mi papá.
-Claro que lo soy, ¿por qué dices eso?
-No, no lo eres y no me engañas. Pareces el mismo pero
no, tienes una chispita en los ojos que no la tiene mi papá nada más que los
fines de semana; hoy es martes, así que tú no eres mi papá.
Lo miré, no, no estaba bromeando y quizás había algo
de cierto en lo que decía ya que… ¿no había sido esa misma tarde cuando mi
compañera de trabajo y yo, dejando atrás los tonteos, nos habíamos encontrado
en la habitación de un hotel?
Esa semana, el sábado, estábamos solos desayunando en
la cocina cuando el pequeño volvió a decir:
-Tú no eres mi papá. Hoy no tienes esa chispita en los
ojos y mi padre, mi padre el de antes, la tenía siempre los fines de semana.
Y la verdad es que después de unos días exultantes en
el terreno sexual, empezaban a acosarme las dudas.
-¿Y tú?, ¿a quién prefieres tú? –contraataqué.
Después de pensarlo un poco, mi hijo volvió a hablar:
-Yo prefiero un poco de los dos papás. Te prefiero a
ti entre semana y al otro papá, al primero, para los viernes, sábados y
domingos. Prefiero los papás que tienen chispitas en los ojos.
No tenía tiempo que perder, la contestación de mi hijo
era la correcta. En la primera cita con mi amante hablamos de nuestros
encuentros sexuales y estuvimos de acuerdo en que nuestra aventura iba a ser
sólo y nada más que eso. De modo que el siguiente fin de semana, mucho más
tranquilo, pude volver a disfrutar de mi pareja y de nuestro hijo quien, tras
mirarme a los ojos, hizo con sus pequeños dedos el perfecto signo de la
victoria.