28 de abril de 2019

HAIKU (29/08/2018)





El colibrí
en vuelo junto al árbol.
Polen y charcos.



27 de abril de 2019

HAIKU (29/08/2018)





En el verano
las olas en la playa.
Mar, sol y faro.



21 de abril de 2019

HAIKU (28/08/2018)




Suelo cubierto
por hojas carmesí.
Serena tarde.



20 de abril de 2019

HAIKU (25/08/2018)





Parques sin gente
bajo el ardiente sol.
Siestas de niños.



17 de abril de 2019

Looper: Asesinos del futuro


Aquí, en el presente y a cada instante, cualquiera de las decisiones que tomamos implica que algunos hilos argumentales acaban por malograrse. Aquí, en el presente y desde siempre, han muerto, mueren y morirán versiones y versiones de vidas y ni tan siquiera pestañeamos.
Quizás por eso aquellos que viven en el futuro nos han contratado para que cometamos sus asesinatos.
No es tan mal trato como pudiera parecer, siempre y cuando ellos cumplan y sean el futuro perfecto con el que todos seguimos soñando.

15 de abril de 2019

Nueva vida

Desde que estoy en coma, he cambiado. Para un hombre que nació en otra época asistir a las conversaciones de sus cuidadores, oír sus chistes verdes y cómo tontean, es lo mejor que me ha pasado. Gracias a ellos, a sus charlas y a sus risas, se ha despertado mi imaginación y he encontrado en ella el mejor aliado para la vida que llevo. Por contra, al otro lado de la balanza y para recordarme lo que fui, están las visitas de mi mujer que me besa con los labios secos y cerrados en la frente, me cuenta lo de siempre y suspira. Afortunadamente siempre hay una enfermera cerca, que quiere comprobar cómo estoy, y su voz o su perfume ponen en marcha mi imaginación y mi único deseo: no despertar nunca.

14 de abril de 2019

HAIKU (23/08/2018)





El azahar
en la pradera húmeda.
La suave brisa.



13 de abril de 2019

HAIKU (25/08/2018)





Aire caliente
bajo los quietos coches.
Calles vacías.



12 de abril de 2019

El accidente

Salió de la casa dando un portazo, sintiéndose extraña, enfadada y triste.
Cuando arrancó el coche, tenía la cara mojada. ¿Estaba llorando acaso? La pregunta se quedó flotando en el aire mientras, afuera, el cielo empezaba a lagrimear vestido de gris.
Sin saber apenas cómo, se descubrió transitando por una carretera mal iluminada. Avanzaba casi sin ver, siguiendo el rastro de luz que dejaban los faros que eran como brazos extendidos hacia adelante abriéndose paso.
Creyó ver algo en el arcén pero no tuvo tiempo de reaccionar y lo atropelló. Bajó del coche, dolorida; fue hacia la figura humana que estaba en el asfalto y descubrió que era ella, una versión triste de sí misma.
Volvió al coche, malhumorada y dispuesta de nuevo a escabullirse pero, en cuanto el coche empezó a alejarse, el cuerpo que había en el asfalto se levantó y empezó a seguirla, quizás dispuesto a ser atropellado en la siguiente curva, intentando desesperadamente llamarle la atención.

10 de abril de 2019

El desvío


Y se ríe, como no recuerdo haberlo visto nunca, golpeándome con sus carcajadas y ese pañuelo que se lleva a los ojos. No puede creerme. Han sido demasiados años aguantando, poniendo el puchero al fuego y bajando la cabeza. Me recuerda, entre lágrimas y risas, que fuera de estas cuatro paredes no soy nada. Sin embargo, el paso ya está dado, he dicho lo difícil y sigo viva, ahora solo he de hacer lo de siempre, aguantar un poco más, poner las cazuelas que sean necesarias y bajar la cabeza, evitando que su sangre acabe manchándome los zapatos.

8 de abril de 2019

La prórroga

Cuando se despertó, antes de que el sol llamase a su ventana, recordó el día que era; el fin del mundo estaba previsto hoy y él había decidido ser un espectador atento. Tenía dos cosas a favor: su avanzada edad y un amor perdido hacía ya demasiado tiempo.
Miró con curiosidad por la ventana, atento a los signos. ¿Cómo sería? ¿Dolería acaso? Aunque lo hiciese, no podría hacerlo más que la ausencia de ella.
Así, asistió a un amanecer sobrecogedor, lleno de sorprendentes naranjas, de rosas potentes, de nubes voluptuosas. Vio bandadas de pájaros bailando en el aire. Oyó la conversación del viento, su susurro. Se hizo una comida ligera, bebió un poco de vino, acarició algunas viejas fotos y repasó aquellos recuerdos que siempre habían estado vivos en su cabeza. Sí, estaba preparado y, cuando vio que la noche llegaba, pensó: “moriré dormido”.
Al día siguiente, sin embargo, todos seguían vivos. El espectáculo de colores se volvió a suceder pero, para él, había dejado de tener gracia.

7 de abril de 2019

HAIKU (23/08/2018)





Vuelan los ánades
en formación al sur.
Ocres los árboles.



6 de abril de 2019

HAIKU (23/08/2018)





Luz de verano
sobre secas retamas.
Mosca y chicharra.



5 de abril de 2019

Sentada

Por una vez seré yo quien le use a usted aprovechándome de su pasividad, de que esté ahí sentado y haya decidido no hacer nada salvo, quizás, leer un poco. ¿Está cómodo? Espero que así sea y también, ¿por qué no?, algo expectante e intrigado.
Déjeme que le explique. Siempre soy yo quien crea un relato desde cero para acabar poniéndolo en sus manos; en cambio usted sólo ha de dejar resbalar sus ojos sobre mis líneas y, en el mejor de los casos, si la historia acaba atrapándole, apropiarse de ella, hacerla suya y transformarla a su antojo. Y cuando lo hace, en ese hurto, ¿he de ver yo una prueba de mi éxito?, ¿no es esto injusto?
Bien, pues hoy, como ya le he dicho, seré yo quien va a usarle. Tranquilo,  no tendrá que hacer nada, permanezca en el sillón, no se altere. Mi protesta será una sentada y va a ser usted quien se siente.
Ah, pasando la hoja, encontrará una pancarta. Ahora levante el libro dos minutos. Gracias.

3 de abril de 2019

El último samurái

Hace una semana ella le invitó a su fiesta de cumpleaños, una fiesta de disfraces famosa en el colegio y cada año un poco más numerosa.
No tenía mucho tiempo pero, afortunadamente, pronto tuvo una idea. Reunió todos los cartones de leche que pudo, algunas cajas de zapatos e incluso las páginas exteriores de las revistas dominicales, algo más rígidas; les fue dando forma y después, pieza a pieza, las pintó para acabar uniéndolas con unos cordones de zapatos y lograr que permaneciesen en las posiciones correctas.
El día anterior a la fiesta se puso su disfraz de samurái y se miró en el espejo, concluyendo que, si bien no era cómodo, resultaba impresionante.
La primera sorprendida al verle fue su madre, que era japonesa, pero la prueba de fuego era ella, quien le recibió en la puerta de su casa, vestida de blanco y preciosa:
-¿Vienes de Darth Vader? Qué buena idea.
Y mientras él contestaba con timidez:
-Lo he hecho yo –descubría que eran ensaimadas lo que ella tenía sobre las orejas.

1 de abril de 2019

Ni blanco ni negro


—No sé por qué los escribes, qué placer encuentras en hacerlo —repitió ella.
Durante años le intenté explicar que eran como la vida, detalles que suman: el frenazo de un camión ante un niño que cruza la carretera, la mirada con la que me conquistó aquel día, una carcajada o un golpe de tos, la ráfaga de aire que voltea el paraguas, un recuerdo volviendo machaconamente a la memoria, la descarga que puede producir un roce de piel, el odio materializándose en un disparo, la pizca de sal en las comidas, la orden del general, el último movimiento con el que se gana una partida de parchís, el soplo de las velas de una tarta de cumpleaños, la caída de una lágrima,...
—Mis microrrelatos son así —concluía siempre—, instantes de vida.
Tiempo más tarde ella salía de casa dando un portazo y hoy he de confesar que tenía razón en al menos una cosa: no todo son instantes, sin ir más lejos, olvidarla y aprender a vivir sin ella es una ardua tarea que no parece terminar nunca.