Siempre supe que no quería ser humano, aun cuando nací
siéndolo. Y asumí, tras todas mis investigaciones y lecturas, que sólo lograría
ser vampiro si tenía suerte y decisión y… tuve ambas cosas.
Fue hace mucho tiempo, o quizás no tanto
comparándolo con la vida inmortal que me espera. Entonces estaba perdido y era
huérfano, buscaba sin cesar, quería ser encontrado, captado, mordido,
transformado; y, noche tras noche, sin descanso, salía. Rondaba los bares de
ambiente gótico despreciando aquellos disfraces infantiles. Deambulaba por
polígonos industriales en ruinas. Escudriñaba los límites de mi campo de
visión, olisqueaba el aire, buscaba la oscuridad y el silencio, me adentraba en
el peligro sin dudas y, en un golpe de suerte, la descubrí a ella, mirándome,
midiéndome, retándome a que la siguiera. Entró en uno de aquellos edificios
abandonados y fui tras ella, confiado y feliz. En la última curva del último pasillo
se volvió, sonrió y me mostró sus afilados colmillos y yo, como respuesta,
le mostré mi garganta latiendo y conteniendo un río de sangre roja y aún viva.
Cruzó el aire, creí verla desaparecer hasta que la sentí helada junto a mi piel
y, antes de que me diera cuenta, ya me mordía. Nunca sentí nada igual, nunca
volveré a sentirlo: tanto placer en cada bocado, en cada latido. La sangre huía
de mis venas hacía sus dientes, me vaciaba en ella, estaba a punto de morir
pero, antes de hacerlo, la devolví el mordisco con toda la fuerza y rapidez que
aún tenía, chupé, succioné y su sangre se fue apoderando de mi cuerpo,
llenándome, quemándome, envenenándome con su ponzoña. Los gemidos de placer y
dolor se hicieron uno en mi garganta. Perdí la consciencia, morí desangrado y
tuve que esperar a que sus fluidos me rescatasen para esta vida.
Horas después despertaba herido por los
rayos de sol de un nuevo día. Ella me había dejado olvidado en un lugar en el
que el amanecer quemase mi piel y yo, mi nuevo yo, sonreí y aprecié la broma.
Juegos de vampiros; no te lo voy a explicar porque no lo entenderías.
(microrrelato
publicado en el nº 117 de la Revista
Digital miNatura,
escrito como respuesta a su convocatoria: “Licantropía y otras
transformaciones”)