Por si la volvíamos a ver empecé a afeitarme, a
ducharme, a cuidar mi aspecto y mi vocabulario, a convertirme en lo que creía
que le gustaría. Se puede decir que su recuerdo guio mis pasos y me convirtió
en otra persona.
Años
después volvimos a coincidir, ambos irreconocibles, saliendo yo de una fiesta;
y aún hoy encuentro consuelo al recordar que ella no levantó la vista, no supo
quién era o había sido ese hombre que se negó a poner una mísera moneda en la
mano, tan sucia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario