27 de marzo de 2012

Rendición


Camuflados y armados hasta los dientes los enemigos se vigilan. La adrenalina y la tensión perlan de sudor sus frentes y casi cualquier cosa, el movimiento de una hoja o un susurro, puede hacer que la guerra a muerte se inicie.
De repente alguien irrumpe en el campo de batalla, es uno de esos gigantes peludos con los que han de convivir, uno de los de voz chillona. “¡Chicos, a cenar!”, y son esas palabras las que hacen que se aplace la pelea hasta mañana por la tarde, así como si fuese cualquier cosa.

13 comentarios:

  1. Pues ya nos contarás si la guerra continua, y si hay estirones de pelos, pellizcos, lloros y mocos...

    Besos

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  2. Espero que sea solo un juego... A veces los chicos son crueles.

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  3. Luisa, las peleas de hermanos pueden ser más cruentas como las guerras de pandillas. Depende mucho de la fuerza de resistencia del otro. Yo con mi hermano lo tenía sencillo, pues era más fuerte que él hasta que eso cambió y se acabaron las peleas.

    Un abrazo fuerte.

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  4. Bueno, es que la cena, es la cena, y eso no perdona... Aunque los niños pueden ser tan crueles que a los mayores nos deberían dar miedo.

    Besos Luisa desde mi mar,

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  5. D E L I C I O S O!!!!!!
    Impecablemente tierno. Ayer escuché que narrar bien es comprender bien. Luisa, qué bien comprendés la situación que nos pintás con palabras.
    Un abrazo admirado

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  6. ¡Qué bueno tu micro y lo que dice Patricia! : narrar bien es comprender bien. Me guardo este enlace, la frase y tu micro como referencia ilustrativa.

    Felicidades Luisa.

    ¿Peleaste mucho?... ;)

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  7. Yo, como Mae West, cuando soy buena soy buena y cuando soy mala soy mejor.
    (Es un broma chulesca, se entiende, ¿verdad?)

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  8. Jejeje, hay palabras que son universales, tal vez tendríamos que utilizar alguna madre-frase para paralizar guerras, a ver si funciona (ojalá)
    Besos

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  9. buena curva has tomado, al llamaros a cenar ¿eh?
    saludos

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  10. Qué buenos recuerdos me trae tu micro, Luisa!!
    Gracias.

    Besitos

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  11. Un micro muy tierno, Luisa, evocador de nuestrs infancias y aquellas guerras que arrancaban por casi nada y terminaban por aún menos.

    Me marcho con una sonrisa puesta.

    Un abrazo,

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  12. Jaja, qué gracioso, Luisa. Realmente si te pones en el lugar de un soldado de uno veinte de altura, y con ganas de ganar la guerra a toda costa, se debe ver así a los intrusos en el campo de batalla. Muy bueno.
    Un abrazo.

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