11 de noviembre de 2013

Instinto básico

Mientras su padre cerraba la tapa del contenedor, siguiendo la costumbre que tenía desde niña, ella empezó a decir: “Bendice, Señor, estos alimentos que… “; pero se calló en cuanto vio como él negaba una vez más con la cabeza.     No tenían donde ir, era de noche, llovía y hacía dos días que no comían. Perdidos y sin fuerzas, dejaron que sus espaldas resbalasen por la pared del edificio y se acuclillaron en un rincón. Poco después aparecieron las ratas y… hasta ahora.

8 comentarios:

  1. Uf, uf, uf, me has dejado sin palabras...
    Un beso

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  2. Ay Luisa. Este fin de semana hemos tenido por primera vez una pareja durmiendo en el portal de enfrente. Es... buf.
    Besos de ánimo, para ver si me animo.

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  3. Tenemos una sociedad... supongo que nos la hemos buscado, de una u otra manera: votando, consintiendo, mirando de lado, siendo miserables...
    Buf

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  4. Luisa, crudo, pero crudo este microrrelato que parte de la ficción y que por desgracia puede ser una fotografía de una triste realidad que se impone.

    Buen micro.

    Besos.

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  5. Sí, sí que es duro, mucho.
    Eso de que entonces aparecieron las ratas, da escalofríos...

    Besicos, amiga.
    Sigo poniéndome al día en las visitas.(Te acabo de enlazar por ayer)

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  6. Un relato muy duro, pero se ve casi todos los días. Me ha encantado lo de las ratas.

    Besos

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  7. Vamos a suponer que al final encuentran su alimento. En la posguerra, hay ejemplos de sobra, el tío Ratero de la novela de Delibes también lo hace. Vamos a suponer que -gracias a las ratas- sobreviven...
    Pero ni eso es de agradecer a ningún Señor, en mayúscula o minúscula.

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  8. En realidad no se sabe como es el "ahora", uno en que ellos han sobrevivido comiendo en ocasiones ratas o uno en que las ratas nos comen.

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