16 de junio de 2014

Un muerto muy fresco

Cuando nos conocimos nos dimos la mano pero te negué los besos, porque tu cara estaba sencillamente repugnante y porque, aunque ya no me sirviese de mucho, quería mantener dentro de la cabeza mi cerebro, como había estado siempre. Recuerdo que te hizo gracia mi rechazo; me dijiste que era un cobarde pero ahora, que tengo un poco más de experiencia, pienso que tú tampoco te reíste tanto como hubieses querido, que tenías miedo de que la mandíbula se te cayese.
Ha pasado algún tiempo desde entonces, te he pedido con insistencia que me devuelvas mi mano, pero estoy empezando a asumir que no lo harás; y es que, en comparación con la que tú me entregaste, la mía tenía todos los dedos y aún se movía aceptablemente bien, casi como si yo aún viviese.

3 comentarios:

  1. Luisa, un juego de muertos muy bien hilado. Y es que cuidado con lo que se intercambia, que luego recuperarlo es complicado.

    Abrazos.

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  2. Original planteamiento y divertido relato.

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