24 de junio de 2016

Caballo de Troya

La frase estaba entre otras muchas, ni siquiera al inicio o al final de un párrafo, ni siquiera. Sin embargo, entró en la mente del lector adueñándose de ella, eliminando tabúes y barreras, dejando escapar a aquellos recuerdos inolvidables que había logrado acorralar, aquellos que dolían.
Al poco, el hombre parecía incapaz de dejar de llorar, iluminado por la luz apagada de la tarde que ya acababa, sentado y roto en el sillón que siempre había preferido para la lectura.
Nadie sabría nunca nada de ese momento de rendición, de debilidad y de derrota; pero él, a sí mismo, sí que se vio y algo le hacía pensar que ya nada nunca volvería a ser igual.

3 comentarios:

  1. Un párrafo que desarma dotas las defensas internas de un apersona.
    Un abrazo.

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  2. Unas cuantas palabras pueden ser una semilla que se expanda y lo cambie todo.
    Un abrazo, Luisa

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  3. Por eso son peligrosos los libros y los discursos, aunque para mi protagonista veo algo más íntimo y quizás doloroso.
    Gracias por comentar y buen fin de semana.

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