8 de junio de 2016

Cuento chino



           Los niños salieron corriendo del colegio, histéricos, gritando. Mi pequeña se arrojó a mis brazos.
            -¿Me dejas ir, verdad? ¿Verdad que podré? Di que sí, papá; di que sí.
            -Pero, ¿de qué hablas, cielo?
            -De ir a ver a los ángeles. La seño ha dicho que habrá una excursión para ver las naves de los ángeles.
           Ángeles, así habíamos llamado los mayores a esos puntos brillantes en cuanto aparecieron en el cielo para proteger a nuestros hijos, para poner fin a su miedo y a las lágrimas.
“Son ángeles, cariño, vuelan, tienes alas, no tienes que preocuparte por ellos” y ahora las naves estaban allí y su persistente silencio ni nos había dado la razón ni nos la había quitado.
Levanté la mirada. Vi a los profesores, a los otros padres y madres y supe que todos iríamos a esa excursión y que la realidad, de un modo que aún no sabíamos concretar, nos estaba acorralando.

(¿sabes que estamos escribiendo una novela entre todos?, ¿quieres participar?; descubre cómo)

4 comentarios:

  1. Si vienen en son de buena voluntad...
    Un abrazo!

    ResponderEliminar
  2. El título le da el toque de crueldad...De nuevo puedo mirar esta historia desde nuestra América, y recordar que a nosotros las naves nos trajeron la "civilización" y la "salvación eterna"...

    ResponderEliminar
  3. Me encanta tu propuesta No escribo novelas pero disfruto el haberte conocido

    ResponderEliminar
  4. No has de escribir una novela, lo estamos haciendo juntos, si quieres. En cualquier caso, gracias

    ResponderEliminar