El tiempo pasaba. Los días le pesaban siempre un poco
más. Y cada vez que una de sus amigas le decía aquello de “estás mejor sola que
mal acompañada”, ella se mordía las ganas de ser madre y el miedo de que se le
hiciese demasiado tarde.
Mil veces había intentado encontrar una razón lógica
que explicase por qué, tras algunas citas, los hombres invariablemente la
huían. Nunca consiguió averiguar que el problema estaba en su propia casa, en
aquel piso de soltera en el que una habitación para niños equipada hasta el
último detalle, lejos de ser un reclamo, era una amenaza.
Tú lo has dicho Luisa. No hay mejor relato para esta semana.
ResponderEliminarBesicos muchos.
Muy comprensible el miedo de la protagonista a que pase su tiempo y no pueda cumplir ese sueño. También lo es el hecho de que no todos los hombres están preparados para ser padre de entrada, no es una decisión para tomar a la ligera, menos aún con alguien a quien acaban de conocer. De ahí que, más "amenaza" inconsciente que "reclamo".
ResponderEliminarUn abrazo, Luisa
Toda amenaza, es un reclamo inversamente proporcional. Saludos desde Guadalajara de Buga, Colombia.
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