23 de febrero de 2018

El vendedor

Cuando llegaba la cosecha, el pueblo se llenaba de trovadores, charlatanes y músicos. Un año llegó un extraño buhonero, abrió un bolsillo y puso ante nosotros algo que llamó arcoíris. Recuerdo haberle seguido, seguro de que era él quien pintaba aquellos colores con algún truco.
Después crecí y, como quizás haya sospechado ya, acabé por convertirme en un hombre incrédulo y aburrido.

3 comentarios:

  1. Es lo que tiene el crecer, nos hace previsibles y descontentos.

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  2. Para un niño todo es posible, lo mayores nos volvemos calculadores y dejamos de creer en la magia.
    Besicos muchos.

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  3. La peor clase de hombre, sin dudas.
    La que le quitan lo poco de maravillo que le queda a la vida, al mundo y al universo.

    Saludos,

    J.

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