17 de diciembre de 2018

Control de brillo

Era una auténtica nulidad para las relaciones personales y decidió simplificar en lo posible el problema.
Así sustituyó el mundo tridimensional que le rodeaba por la pantalla plana del ordenador que tenía en el despacho. Y no dudó en reducir los cinco sentidos para acabar usando, en el mejor de los casos, solo dos: el tacto leve de los dedos en las teclas y la vista.
En cuanto a los resultados, estos fueron proporcionales a su exposición a la realidad. No entregó jamás el corazón, sufrió la mitad y vivió poco más o menos una media vida.

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