Una de las camareras entró en la
cocina del restaurante soltando la bomba:
-Ha dicho que no.
Su padre y el de la novia que no
quería serlo, el cocinero, no pudo evitar sonreír y decir: “bien, esa es mi
chica”. Su mujer, limpiando una gota de grasa que afeaba un plato, apuntó: “un
mamarracho menos”.
A un metro de ellos, la sumiller,
una chica venida de la capital hace unos meses, cogía un aro de puerro y salía
hacia la sala a la carrera.
-Espero que ahora diga que sí.
Todos asintieron y sonrieron, la
familia con suerte crecería.
No hay comentarios:
Publicar un comentario