Junto
a la vela hay un trozo de pan duro, un vaso de leche recién ordeñada, un puñado
de nueces y algunas moras; un poco más lejos, una hoguera que no se esconde; y
por encima, también sobre los edificios convertidos en escombros, un silencio
grande y feliz. El ruido de los aviones y de las bombas ha cesado, ellos están
vivos y juntos y, después del tiempo de dolor, han descubierto sus cuerpos
colmados de esperanza; sus sonrisas nuevas y la emoción llenando de lágrimas sus
ojos son la muestra palpable de que no puede haber nada mejor.
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