Hacía como unos
cinco minutos que viajaban en el ascensor hacia el centro de la tierra, hacia
el refugio presidencial que nunca nadie pensó que alguna vez se usaría.
Él no era la
primera vez que hacia el viaje y, aunque no estaba tan sereno como el
presidente y su familia, la inquietud que ya adivinaba extendiéndose entre sus
hombres le obligaba a estar alerta.
Cinco minutos
en vertical y sin paradas es un viaje largo, son muchas toneladas de tierra;
una tumba con una buena despensa pero, al fin y al cabo, una tumba.
Precisamente
por eso habían sedado a los ilustres invitados, para que cesasen de una vez
todas sus órdenes contradictorias, sus histerias, sus preguntas incómodas y sus
inagotables exigencias, cada día un poco más absurdas.
No, definitivamente
el presidente había demostrado no saber estar a la altura que le pedía la
historia; y por eso, y porque así lo había exigido, se hacía aquel viaje hacia
el subsuelo, donde había de casi todo, pero de donde alguien había eliminado
(entre bromas y risas) el agua: “para que acaben muriendo de sed, como parece
que moriremos todos en la Tierra”.
(¿sabes
que estamos escribiendo una novela entre todos?, ¿quieres participar?; descubre
cómo)
Ignorantes de su destino, el presidente y su séquito entran el su mausoleo, con todo lo necesario para el viaje al más allá y sin humedades ;)
ResponderEliminarUn saludo!
Él se creía que el que repartía era él pero...
ResponderEliminarGracias por la visita
El que eliminó el agua del búnker es el tipo más poderoso del mundo.
ResponderEliminarQué buen relato y que final más..., para pensar!!
ResponderEliminarBesicos muchos