11 de octubre de 2017

Des-ahogo

Nunca se había atrevido a soñar en una gotera como aquella: apenas unas horas después de aparecer, ya era una cascada bien hermosa.
Escuchaba ahora el relajante ruido del agua cayendo sobre la estantería, veía con orgullo cómo sus maquetas de barcos surcaban el comedor haciendo sonar sus sirenas, oía a una familia de patos de goma jugar en la bañera y descubría un perro, que no recordaba ni haber tenido ni haber deseado nunca, nadando con un palo en la boca.
Sonó el timbre de la casa, tenía que ser su vecina de abajo, de hecho sólo quería que fuese ella; y, remando en su barca nueva, fue a abrir la puerta. Se propuso entonces invitarla a dar un paseo y si lograba que embarcase, tras enseñarle el pequeño acuario que había crecido en la cocina, dejaría que las olas los empujasen hasta encallar en la playa de la cama, donde podrían bajar y tumbarse entre las sábanas para ver juntos las estrellas.

(microrrelato incluido en “Menguantes”, libro que puedes descargarte en este enlace)

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