8 de octubre de 2018

Un amor para siempre

Nervioso, le digo que no nos queda tiempo. Ella me sonríe y, al verla, tan tranquila, casi creo sentir un amago de enfado, un enfado que no puede prosperar porque ambos sabemos que nunca podré enojarme con ella.
-No nos queda tiempo y lo sabes –le repito, quizás elevando un poco la voz.
-¿Cuánto calculas que tenemos? –pregunta ella casi con desgana.
-Unas líneas apenas.
Entonces se lanza a mis brazos, me besa y, fundidos el uno en el otro, dejamos que llegue el eterno punto final.

(microrrelato incluido en “Menguantes”, libro que puedes descargarte en este enlace)

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