La coge con sus propias
manos y la parte en dos, logra que de la dura barra de pan no se escape ni una
miga. Continúa dividiéndola hasta completar el reparto entre las personas que
lo rodean, esas con las que comparte la vida y a las que desprecia, sobre todo
ahora. Antes de que nadie se dé cuenta, mueve sus manos hacia la izquierda y
parte en dos un cuello débil del que no llega a salir una queja. Después, en
silencio y cada día entre más sonrisas histéricas, rectificarán las raciones; y
hasta la próxima, cuando tengan que compartir y el hambre anude sus entrañas.
Qué duro Luisa. Pero también es lo que está sucediendo por desgracia.
ResponderEliminarBesicos muchos.
La muerte también es compartida. Algo es algo.
ResponderEliminarSaludos,
J.
Madre mía, que cruento
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