Me hace entrar en mi nuevo hogar, así lo llama, hogar; se le llena la boca con la palabra. Sin embargo no se atreve a desatarme, no hasta que cierra la puerta con llave a sus espaldas; para justo después enseñarme lo que son, dice con una sonrisa, mis dominios o, lo que yo veo, una celda sin ventanas.
Cuando
se va, intentando no dejarme llevar por el llanto, registro el pequeño espacio
hasta encontrar un número de pequeñas cosas que quizás puedan ser cortantes: un
guijarro, un tornillo, el borde de un vaso…; y me fuerzo a sonreír e, imitando
a mi carcelero, digo en voz alta: mis dominios.
Brutal. Por lo bien escrito y por el tema.
ResponderEliminarSaludos,
J.