Viendo la locomotora, la pequeña que andaba descalza junto a las vías, pensó que parecía un gusano partiendo el horizonte con el estómago lleno de personas; seres que, una vez vomitados en el andén, huían hacia los lugares más muertos de la ciudad, las palacios, los museos y ese extraño tipo de tumbas en donde parecían no caber una charla, una carrera, un juego o unas risas.
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