Entre el tanatorio y la oficina de
objetos perdidos, no acabábamos de decidirnos a dónde llevar a padre; solo por
eso sigue en casa, molestando.
Desde que madre se fue está entre
muerto en vida y perdido, y no nos sirve de nada. De tanto en tanto las
corrientes de aire y los codazos de las visitas lo empujan hasta la esquina que
hace el pasillo y allí se queda, hasta que alguien lo coge de la mano y lo
devuelve al sofá del salón en el que estuvo siempre sentado, momento en que
empiezan a caérselas las lágrimas; y es que fue allí, pegado a uno de los
infinitos partidos y series a los que se enganchaba, cuando oyó el último
portazo que dio madre, aburrida y harta de que el que fuera el amor de su vida
se hubiera convertido en un parásito.
Brutal!!! Me encanta.
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