Ayer
recibí una carta tuya, la primera y la última, en ella me decías que volvías.
Tras leerla fui a buscar la foto que nos hicimos justo antes de que te fueras:
tú sonriendo ilusionado dibujando el signo de la victoria con los dedos, yo
aceptando ya que me dejabas sola. Éramos otras personas. No creo que llegues a
saberlo, del mismo modo que yo no lo adiviné hasta que lo viví: los vecinos,
asumiendo que yo sería siempre tuya y que te esperaría, cosa que hice durante
un tiempo, me hicieron más libre que a cualquier de sus mujeres, siempre un
paso por detrás de sus hombres, sometidas con el peso de los puños y de las
caricias. Visto desde ahora, tantos años después, creo que sin pretenderlo me
has dado una buena vida; por eso, aunque no lo entiendas, aunque nadie pueda
hacerlo, es la hora de hacer las maletas y escapar, antes de que vuelvas.
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