Empezó como una inocentada en la comida navideña de la
residencia. Colgamos un monigote de papel en la espalda de Paco y, cuando salió
sonriendo del baño con una guapísima auxiliar y sin andador, nos contó que
sentía un superpoder erótico increíble y no quería viagra. Desde entonces a
Inocencio, así hemos bautizado a nuestro amiguito, nos lo cedemos por turnos
los sábados… sabadetes. Celadoras, residentes y hasta la directora han gozado
de nuestra virilidad revitalizada. Vale, es poco sexy hacerlo con camiseta
interior, pero sujetarlo con un imperdible es sagrado; tanto como evitar el
cigarrito de después e impedir que se chamusque.
(texto
para esta propuesta de ENTC, escrito a medias con Belén
Sáenz; juntas éramos Las Canículas)
No hay comentarios:
Publicar un comentario