Con la mejor de sus sonrisas en la cara se arrojó con
decisión al acantilado, realizó algunas vueltas en el aire y cayó, como una
exhalación y en vertical, sobre las olas. Sin embargo el público enmudeció,
antes incluso de haber empezado a aplaudir, cuando el mar se tiño de rojo; esa
sorpresa que había guardado con celo para el final y lo único que le había
arrancado esa mañana una sonrisa.
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