4 de septiembre de 2014

Adaptación evolutiva

Petra Acero


















El hotel con el que nos ganábamos la vida estaba junto a una de las carreteras que salían de la ciudad. Yo lo había heredado de mis padres y, con el paso de los años, habíamos visto como la metrópoli cada vez más cerca amenazaba con engullirnos. Así, habíamos dejado de ser una encantadora casa rural y quizás acabásemos por  convertirnos en uno de esos hoteles que hay en los polígonos industriales, llenos a partes iguales de altas voces y de gemidos.
Yo miraba con aprensión a mi mujer, que era de misa diaria, y me preguntaba qué sería de nosotros cuando trasformasen la iglesia en una discoteca y nuestro pequeño pueblo en un satélite con cuatro casas.
Qué tonto soy, ¿verdad? y qué olvidadizo.
En cuanto volvimos de despedirnos entre lágrimas del cura, un buen amigo, ella puso la radio a todo volumen, empezó a mover las caderas, a guiñarme un ojo y a servirse un lingotazo de whisky. Sentí otra vez un pellizco en el corazón y recordé el modo en que nos habíamos conocido, el momento exacto en que habíamos decidido vivir y sobrevivir juntos.

(microrrelato escrito para la convocatoria de ENTC del mes de julio: “…en aquel hotel de carretera…”)

4 comentarios:

  1. No sé si adaptación evolutiva o involutiva. De cualquier forma, buen microrrelato.

    Abrazos de reentrada.

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  2. Original, un cambio radical.Me deja la sensación de que se me escapa algo. Lo releeré.

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  3. Jajaja, lo mejor de todo es saber readaptarse. De todas maneras, no les debió costar mucho, jajaja. Que buen cambio de tuerca.
    Besicos muchos.

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