27 de abril de 2018

Gigantes

Cuando desenvolví el regalo, me pregunté qué podía habérseles pasado a mis amigos por la cabeza para que me comprasen un barco dentro de una botella. Además, y para acabar de mosquearme, uno de ellos dijo: “nos han dicho que es un verdadero espectáculo si metes un par de hielos dentro”, comentario tras el cual todos comenzaron a reírse burlándose, eso creo, de mi creciente afición por la bebida.
Durante un tiempo el barco estuvo en mi despacho, una habitación que no frecuento mucho y que uso como trastero; pero, hace unos meses, sintiéndome tan idiota como borracho, acabé por meter en la botella un par de cubitos.
Atónito, presencié cómo el barco se partía en dos, cómo las mujeres eran embarcadas en los botes salvavidas y los hombres rezaban y... ¡aquella música! Confieso que lloré como una niña y también que, desde entonces, no he vuelto a emborracharme.

2 comentarios:

  1. Dios mío cuántas lecturas le puedo dar a este relato!! Me ha encantado Luisa, es excelente. Felicidades.
    Besicos muchos.

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  2. Delirium tremens que le dicen, ¿no?

    Saludos,

    J.

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