Ya nunca sabré por qué un día mi mejor amigo empezó aquella carrera: a que corro más que tú, a que subo más alto, a que estoy más tiempo sin respirar; quizás me faltó carácter pero, desde el primer momento, decidí ser fiel a nuestra amistad y le seguí mientras asumía que parte de su diversión era verme la cara de susto ante cada nueva ocurrencia.
En
alguna ocasión temí que fuéramos a matarnos con alguna de aquellas tonterías
pero nunca pensé que era eso lo que quería hasta que estuvimos frente a aquel
acantilado y dijo, con una sonrisa en la boca: ¿acaso ves límites?, para un
instante después dar un paso y cruzar el último.
Juro
que durante mi caída me acompañaron sus risas.
Algunas amistades son para toda la vida, dicen...
ResponderEliminarSaludos,
J.
Contigo hasta el final, supongo
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