El último día de vacaciones
siempre fue el más duro. Había que intentar meter en la maleta, que ya había
llegado llena, todo lo acumulado durante ese periodo de tiempo feliz. “De forma
que algunas cosas se quedarán fuera y no vendrán con nosotros”, decía siempre
mi madre con cierto dramatismo al tiempo que se encogía de hombros. Lo que no
nos imaginamos nunca es que llegaría el día en que uno de esos objetos sería
nuestro padre y no volveríamos al pueblo nunca.
MUy bueno Luisa, como siempre claro está.
ResponderEliminarBesicos muchos
Si es necesario dejarlo atrás, así sea.
ResponderEliminarSaludos,
J.
La maleta tenía que pesar
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