25 de marzo de 2021

La vida secreta de las palabras


Aprendí muy pronto que las palabras no dicen lo que parecen a simple vista. Por ejemplo, mi padre decía “es hora de decir buenas noches e irse a dormir” y después era él quien venía a entretenerse conmigo sin importarle que yo tuviera sueño o no; o mi madre, ella me echaba de la habitación en la que estábamos los tres con un “vete, esto es una conversación de mayores” y acababan en la cama o gritándose pero nunca hablando. También es cierto que a veces las personas hacen preguntas imposibles de responder y es preciso aprender a improvisar, eso es lo que viene a ocurrir cuando alguien dice eso de “¿a quién quieres más, a papá o a mamá?”, cuestión que solo debería de abordarse si es que en realidad quieres a alguno.
Lo cierto es que, en cuanto pude, salí de la casa de mis padres, dije aquello de “voy a comprar tabaco” y empecé a buscarme la vida. Después, con el tiempo, supongo que he aprendido a utilizar las palabras más o menos como hace el resto del mundo, pensando una cosa, diciendo otra y esperando sin embargo que me entiendan, contesten y hasta comprendan un poco.
No obstante y en mi defensa, he decir que para las cosas importantes, para lo que realmente cuenta, sigo prefiriendo llamar las cosas por su nombre, usar las palabras adecuadas, sin dobleces ni secretos; lo que me lleva a hacerte de nuevo la pregunta que ya conoces de sobra: sé que te hago daño con cada nueva herida, lo sé porque sangras, lloras y gritas pero ¿podrías ser algo más concreta?, ¿podrías explicarme cuánto y cómo te duele, de qué forma? Solo pararé cuando me lo digas.

3 comentarios:

  1. Me ha tocado este microrrelato pero no sé encontrar las palabras adecuadas para explicarte por qué.

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  2. Abrumador. No se puede lastimar dos veces si se lastima tanto de una u otra manera.
    Saludos les dejo.

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  3. La crueldad en su máxima expresión

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