22 de junio de 2022

Conejos

El sonido de los gritos y las carreras consiguió que algunos de los soldados se animasen llegando incluso a asomar la cabeza; pero la mayoría solo cambiamos de postura, aletargados por el frío y el hambre. Después, mucho más cerca que ayer, oímos el reparto de comida entre aquellos que habían participado en la escaramuza, insultos y carcajadas que sí consiguieron que los más fuertes se levantasen y empezasen a huir por la trinchera en dirección contraria. Y es que difícil estar hambriento sabiendo que ya no vas a encontrar nada, pero mucho más complicado resulta admitir que tu cuerpo servirá para mitigar el hambre de los menos escrupulosos de tu bando.
 
(microrrelato publicado en el número 13 de la revista Plesiosaurio que tiene, ahí es nada, tres volúmenes; los microrrelatos están en el volumen 2, entre los cuales está este)

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