21 de diciembre de 2022

El revelo

Siempre recordaré cómo anticipaban su llegada los gritos de los niños, el modo en que los hombres se descubrían la cabeza mientras las mujeres se secaban las manos o estiraban el delantal. Impresionante. Después llegaba usted, con su séquito, repartiendo a partes iguales amenazas que querían parecer simples quejas, el recuento de los favores aún por pagar o una sonrisa si no tenía nada que decir. Todos le miraban pero yo, ¿nunca se dio cuenta?, yo le estudiaba; lo cierto es que nunca le temí, simplemente le he tenido envidia y ese ha sido el único deseo que ha guiado mis pasos: llegar a ser como usted. Unos pasos que han sido una copia fiel de los suyos. Una terrible falta de imaginación, he de admitirlo. Pero ¿no encuentra el paralelismo aún?, sí, creo que sí, en sus ojos he visto el destello de la comprensión, acaba de saber quién mató a su hijo y por qué; lamento que se entere ahora y de esta manera justo cuando mis manos empiezan a apretar su cuello, como creo que usted hizo en su día, sin darle tiempo a que ni una mísera lágrima resbale por sus mejillas.
 
(microrrelato inspirado en la imagen)

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