Estuvo colocando el cuerpo, estudiando cómo se veía
desde una u otra silla. Después, para no revelar de qué iba la función, lo tapó
con la cortina en vez de usarla como telón. Supo que había triunfado, y eso que
nadie aplaudió, al ver la sorpresa en su padre o a su madre ahogar un grito
llevándose las manos a la boca. Y es que hay que reconocerlo: su hermanito, tan
quieto y muerto, lo hizo de maravilla.
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