22 de noviembre de 2019

Educación tardía

Mientras miro como duerme, pienso que nunca fue un buen marido, que intentaré que sea un buen padre y que yo solo soy el fantasma de la mujer que fui. Me acerco a su oído, le susurro todo tipo de consignas, consejos y amenazas y espero que las palabras calen en su cabeza.
Creo que puedo estar contenta. Ha dejado de gritar a los chicos sin motivo alguno aunque ha adquirido un tic: mirar por encima de su hombro a todas horas. ¡Qué suerte que no me vea!

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