Los
padres de ella se habían ido de vacaciones dejando la casa vacía. Era la
primera oportunidad que tenían, desde que habían empezado a salir, de estar
juntos en una cama de verdad, sin agobios y sin prisas.
El
día de la cita, justo cuando él tocaba el timbre de la casa, un árbitro pitaba
el inicio de la final de la Liga.
Todo
iba yendo perfectamente bien en los dos encuentros que se producían aquella
tarde. Y la suerte quiso que, justo cuando la pareja llegaba al esperado
momento del clímax, las paredes de la habitación temblasen con ellos en un
"¡Gol!" interminable.
Algo
más tarde, abrazados y felices, vieron la caja de preservativos aún sin abrir
sobre la mesilla, se miraron con horror y empezaron a temer que aquel aullido
salvaje, que tanta gracia les había hecho, fuese una señal de que ellos también
habían metido una pelota en la portería.
En tardes eufóricas ...todo es posible ;)
ResponderEliminarY si así fue, se lo merecen...
ResponderEliminarSaludos,
J.