Siempre quise creer que nadie tenía un padrino como el
mío, mi madre me contaba sus viajes y aventuras, y yo después las repetía a mis
compañeros de clase. Poco importaba entonces que no le conociese o que solo
fuesen palabras.
Un día ella dijo que él vendría a vivir con nosotros,
“mientras se organiza, durante una temporada”; y al día siguiente encontré en
el sofá a aquel hombre obeso y calvo, al que solo le vi aventurarse cuando su
caliente y sudorosa mano se posaba sobre mi piel y la masajeaba.
Fueron meses inolvidables.
Nunca volví a contar nada a mis amigos y no le deseo a
nadie que tenga un padrino como el mío.
Luisa, qué buen micro y como nos llevas a ese final terrible! Cuídate guapa.
ResponderEliminarBesicos muchos
Ains maestra, que repetida esta historia de abuso (no me refiero a las veces que se ha escrito sobre ella, sino a la realidad) y que dura es siempre.
ResponderEliminarUn besazo de reencuentro
Una realidad demasiado... real.
ResponderEliminarSaludos,
J.
Empieza con ternura y acaba machacando. Que arte :P
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