—No sé por qué persistes en esa ridícula actitud.
No es normal este silencio tuyo, ese permanecer al margen de todo. Cuarenta
años diciéndome lo que tenía que hacer y pensar, anulándome, para que ahora te
quedes ahí callado dejando que el tiempo pase. Sobre esto no dijiste nunca nada
y ahora ¿qué?, ¿te enterramos o te incineramos?
Qué buen final y además me has arrancado una sonrisa!!
ResponderEliminarBesicos muchos.
Una sonrisa en esas circunstancias. La verdad es que... es un buen castigo para un mandón. No querías mandar? Y ahora, qué hacemos? Ah, que no dices nada, pues nada a esperar .... y que te den. jeje
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