Justo lo que necesitaba, lo que se merecía: una buena siesta, una hamaca y ver como las nubes se movían sobre su cabeza.
Cuando le dijo a su novia que durante una semana iba a estar haciendo nada en el pueblo de su abuelo; ella contestó que prefería un spa, un masajista, un tratamiento de belleza o cualquier otra cosa.
Era su primera tarde allí y... era todo tan vulgar, tan sucio, tan sencillo y barato que le resultaba absurdo e incomprensible.
Sólo una hora más tarde sentía que ya había pasado una vida, una vida larga y aburrida llena del chirriar de la mecedora, de los molestos botes de una pelota, de las preguntas constantes de un niño, de la pesadez de las moscas, del movimiento de las orejas de aquel sucio burro o lo que fuese, de…
A la mañana siguiente subió a su deportivo, hizo una llamada, se puso las gafas de sol de marca y estuvo listo para continuar con su vida.
¡Jaja! Demasiado delicado este 'pollo pera' para saber apreciar las bondades del mundo rural.
ResponderEliminar¡Qué bien lo has plasmado, Luisa!
Un abrazo.
Jajaja, si es que ya está genéticamente predispuesto para sentir estrés en un ambiente rural. No puede disfrutar.
ResponderEliminarMuy divertido, Luisa
Besitos
Me has hecho sonreir, Luisa, imaginando las inclinaciones bucólicas del yuppie.
ResponderEliminarMuy bueno.
Un abrazo.
Buena cura antiestrés que se ha dado el pijo, y rápida. Es triste no poder apreciar el paso lento del tiempo y disfrutar de pequeñas felicidades. Excelentemente plasmado. Un beso.
ResponderEliminarAh, no se hizo la miel para la boca del asno. Buena reflexión esta que nos hicieste hacer, si señor.
ResponderEliminarUn saludo