Poco a poco, sin prisa pero sin pausa, algunos
encuentran algunas de las historias que encierran las fotos de Jose Luis
Rafael; en esta ocasión, nos las cuenta Hugo (blog: De musas y otros cuentos), quien nos ha contado ya
unas cuantas, con las de hoy: treinta y dos.
“La investigación estaba terminada. Aunque todo se
había cumplido al pie de la letra, nos alejábamos un tanto decepcionados. ¿Cómo
existía una civilización con tanto poder para autodestruirse? No nos quedaba
opción, porque eso podía contagiarse al resto de las galaxias. Unos segundos
antes de la explosión, el cielo apareció tan hermoso que algunos terrícolas,
aún sabiendo que era el final, sacaron sus cámaras fotográficas”.
“Mientras ordenaba las lajas recién cortadas, recordé
el patio empedrado donde jugábamos de niños. Más tarde, me regañó el capataz,
porque aparecieron muchas piezas rayadas con tiza: cielo, 8, 7, 6... Tierra”.
“Unos golpes certeros con el cincel, y los adoquines van
surgiendo de la roca amorfa, como hijuelos que se lanzan a la vida. Ya vendrán
quienes los ordenen armónicamente, cubriendo con un pétreo manto las sinuosas
calles del arrabal. Y luego vendrás tú, maldiciendo la hora en que te pusiste
esos zapatos de alto tacón, pero regalando gracia y donaire, a medida que
transitas el empedrado. Tu taconeo es música que me obliga a mirar, y al mirar
descubro que no podré vivir sin el remanso de tu silueta”.
"El viento primaveral soplaba suavemente. Ninguna nube
en el cielo, el horizonte abierto de par en par. La tardecita se dejaba caer,
sonrojada, a los pies de la montaña, donde estaba tu casa. Y hasta allí llegué,
repletos los bolsillos de ilusiones, y con el corazón palpitándome en las
manos. Y entre mis manos, también, aquella maceta con los brotes pequeñitos,
que apenas se veían entre la tierra. Pasado el tiempo, nuestro amor está
floreciendo. Y por lo que veo, tienes buena mano para las plantas...".