Por una vez seré yo quien le use a usted
aprovechándome de su pasividad, de que esté ahí sentado y haya decidido no
hacer nada salvo, quizás, leer un poco. ¿Está cómodo? Espero que así sea y
también, ¿por qué no?, algo expectante e intrigado.
Déjeme que le explique. Siempre soy yo quien crea un
relato desde cero para acabar poniéndolo en sus manos; en cambio usted sólo ha
de dejar resbalar sus ojos sobre mis líneas y, en el mejor de los casos, si la
historia acaba atrapándole, apropiarse de ella, hacerla suya y transformarla a
su antojo. Y cuando lo hace, en ese hurto, ¿he de ver yo una prueba de mi
éxito?, ¿no es esto injusto?
Bien, pues hoy, como ya le he dicho, seré yo quien va
a usarle. Tranquilo, no tendrá que hacer
nada, permanezca en el sillón, no se altere. Mi protesta será una sentada y va
a ser usted quien se siente.
Ah, pasando la hoja, encontrará una pancarta. Ahora
levante el libro dos minutos. Gracias.