Me decidí una
mañana de mayo, ese día crucé la calle y me puse a esperar en su portal. Cuando
salió, antes de que la voz me temblase, le dije lo importante:
-Quiero que seas mi novia.
Ella mirándome desde arriba, era
unas dos cabezas más alta, me preguntó:
-¿Cuántos años tienes?
-Nueve.
-Yo diecisiete. Vuelve dentro de
diez.
Crecí, viví mi primer beso, alguna
que otra borrachera, hasta creí enamorarme; pero pasado el tiempo acordado
volví a su portal.
Cuando nos encontramos mis ojos
estaban a la altura de los suyos.
-Tengo diecinueve.
-Yo veintisiete y, aunque hayas
crecido, necesito un hombre a mi lado.
-Lo seré.
-¿Esperamos diez años más?
Con veintinueve y un cigarro en la
mano, me aposté enfrente de su casa. Al poco ella salió, cruzó la calle. No nos
dijimos mucho, pero fue lo bastante:
-Soy tu hombre.
-Justo el que yo estaba esperando.