Durante años lo consideré un regalo, y es que la extraña criatura era simpática, ocurrente y achuchable.
Por eso no acierto a saber qué pasó y cómo, cuándo.
Sin embargo, a día de hoy, tengo algunas cuantas cosas claras, a saber: es mejor no darle de comer después de la medianoche si se quiere evitar una digestión pesada, ya que esto implicaría que de un modo u otro nadie pueda pegar ojo esa noche en casa; tampoco es aconsejable mojarlo, es decir, acompañar la cena de una dosis elevada de alcohol, ya que eso lo transforma en un ser baboso y nada agradable; así como, en lo posible, hay que evitar que le dé la luz del sol o, dicho de otro modo, mirarlo.
Y ahora, ¿habría alguien que pudiera explicarme por qué aquella encantadora criatura, mi novio, ha acabado convirtiéndose en este marido detestable?