Independientemente
de que la serie fuera un éxito, confieso que yo estaba harto de ella. Por ese
motivo empecé a buscar el modo de escapar o, por qué no, que alguien me ayudase
a hacerlo; lo que me llevó, aun cuando lo tenemos prohibido, a empezar a
mirarles de reojo.
Me
volvía con disimulo hacia el cerco que les enmarca y les encontraba allí, inalterables, inmóviles y mudos, vestidos en
ocasiones hasta con bata o con pijama y una eterna cara de aburrimiento; una
actitud exasperante que derivó en que, al cabo de un tiempo, ya me girase
completamente hacia ellos, porque ¿cómo iba a lograr que me ayudasen si no
encontraba aquello que les haría dejar el sofá en el que siempre estaban
sentados?
Tan
increíble era y es su actitud, tan idiotas y pasivos parecen, que los de aquí
hemos empezado a llamar caja tonta a la pantalla que los encuadra y a sospechar
que nunca harán nada por nosotros.
Sí,
ya sólo pedimos que cambien de canal y nos dejen descansar del triste
espectáculo que ofrecen.